domingo, 25 de septiembre de 2011

HISPANIA ROMANA PROCESO DE CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN: s. III a. C.-S. VI d. C.

            Hispania para el conjunto del Imperio Romano fue de vital importancia, no sólo fue el primer territorio colonizado y el último en pacificar, si no que además su riqueza permitía surtir de provisiones agrícolas, trigo, vid y olivo, ganaderas, minerales, oro, estaño, hierro..., e incluso una población que en muchos casos participaba de forma activa en la organización militar romana. El proceso colonizador fue tan intenso, sobre todo en las regiones meridionales y orientales, que derivó en una aculturación y proceso de romanización que tuvo repercusiones futuras de gran importancia para nuestra historia.
  1. Proceso de Conquista: del 218 a. C. al 19 a. C. dividido en tres partes:
a)       Primera fase: 218 a. C.-133 a. C.: se inicia con la conquista del litoral mediterráneo y el interior de la meseta. Las rivalidades entre Roma y Cartago por el control del Mediterráneo occidental durante el s. III a. C. lleva a una serie de enfrentamientos entre ambas potencias conocidos como Guerras Púnicas, divididas en tres fases. Durante la II Guerra Púnica se inicia el proceso de colonización romana, a partir del 237 a. C., cuando el dirigente puno Amílcar convierte a la península ibérica en colonia de explotación, facilitando una gran cantidad de recursos para los cartagineses que fueron dedicados a su lucha contra Roma. Roma conocedora del potencial logístico y suministrador de la península y con  la intención de reducir el potencial cartaginés, lleva el enfrentamiento a la península. El avance romano se realiza a partir del 218 a. C.  a través del litoral mediterráneo desde el valle del Ebro y del Guadalquivir, pero no se trata ni mucho menos de un paseo triunfal, pues, desde el inicio, se producen levantamientos en el sur y en el este, como el de los Ilergetes dirigidos por Indíbil y Mardonio, que fueron duramente reprimidos. La conquista del interior de la península se desarrolla entre el 170 a. C. y 133 a. C.  enfrentándose a celtíberos y lusitanos. Con respecto a los primeros, los celtíberos, los enfrentamientos fueron constantes y complicados para Roma, hasta el punto de que las guerras celtíberas se extienden en el tiempo entre el 154 a. C.-133 a. C. El núcleo de más enconada resistencia será Numancia, que fue finalmente sometida y todos sus habitantes autoinmolados en un suicidio masivo, preferible a la sumisión a Roma. Tras el sometimiento de Numancia, Roma se hace con el control de la meseta norte. Los segundos, los Lusitanos, dirigidos por Viriato ofrecen una feroz resistencia basada en la táctica de guerrillas, resistiendo a los romanos hasta la muerte de Viriato en el 139 a. C.
b)      Segunda fase: 133 a. C.-29 a. C.: etapa de pacificación y represión de conflictos civiles. Se produce una profunda aculturación y romanización, asistiendo desde la península a las luchas por el poder en Roma entre Mario y Sila en el Primer Triunvirato, y entre Pompeyo y Julio César durante el segundo Triunvirato.
c)      Tercera fase: 29 a. C.-19 a. C.: etapa en la que se inicia la conquista del único territorio por dominar, el norte de la península, batallando contra Astures, y Cántabros que presentan una encarnizada resistencia, finalmente sometidos por Agripa que ejecuta a los cabecillas y esclaviza a los pueblos, aunque la ocupación no se hizo efectiva más que en las zonas de fácil control militar por su orografía, el litoral, algunas regiones del interior accesibles para los romanos, Ovetus (Oviedo), y aquellas zonas ricas en recursos como la montaña occidental de Asturias. En las regiones agrestes, pobres en minerales o de escasa densidad de población los pueblos autóctonos, Astures, cántabros y vascones mantuvieron su autonomía y libertad, sufriendo esporádicas campañas militares de castigo. A partir del 19 a. C. se da por finalizado el proceso de conquista y se celebró en Roma con el levantamiento del Ara Pacis, en conmemoración de la paz reinante en el Imperio Romano.
  1. Organización política, administrativa y judicial
La organización administrativa de Hispania fue compleja y cambió a lo largo del tiempo, por tanto para desarrollar su estudio debemos dividirla en las siguientes fases: a) a partir del 179 a. C. el Senado de Roma nombra dos pretores (Presidían los tribunales de Justicia) para Hispania, atendiendo a una primera división territorial en dos provincias, uno para la provincia Citerior, otro para la provincia Ulterior, con la misión de delimitar las fronteras, quedando Cartago Nova como capital de la primera y Corduba (Córdoba) de la segunda. Estos pretores, además de las atribuciones judiciales están al mando de una legión de unos cinco o seis mil hombres más otros tres o cuatro mil auxiliares. Cada gobierno iba acompañado de la familia, los amici. Judicialmente, los territorios se dividían en distritos judiciales, base de los conventos jurídicos. Los impuestos los pagaban los publicanos, es decir el pueblo libre. La provincia se dividía administrativamente en civitas, que fueron uniformes durante el periodo republicano. En cuanto a la administración municipal se dividía en colonias, municipios o conventos. Los dos primeros podían disfrutar del derecho de ciudadanía o del Derecho Latino. Los conventos eran agrupaciones de excombatientes (que ya tenían derechos por ser ciudadanos romanos); b) durante el periodo de Augusto se modificó el plano administrativo, con tres provincias, la Citerior que se mantiene y la Ulterior que se divide en Bética y Lusitania. Los conventos judiciales se mantienen. Cada uno agrupaba a varias ciudades y cada ciudad tenía su Asamblea Popular y Senado, elegidos sólo por aquellos que tienen el derecho de ciudadanía, con elevada fortuna y que estén libres de condena. Por último los denviros son los responsables políticos y judiciales de los municipios. El prefecto administra la justicia y el cuestor administra las finanzas; c) durante el periodo imperial se suceden las reformas administrativas, modificando poco las atribuciones funcionariales creadas en las dos primeras administraciones, aunque se dividirán cada vez más las provincias llegando a ser finalmente 5, Bética, Lusitania, Gallaecia, Tarraconensis y Cartaginensis.
  1. Asimilación e integración de los pueblos hispánicos:
Se logra por primera vez la unidad política de península. La aculturación sufrida por el proceso de romanización posibilitará la adopción del latín como lengua común, del cristianismo como religión oficial e integrará a la península Ibérica en la Historia de Europa.
  1. Organización social:
Se distingue entre ciudadano romano ciudadano latino, peregrino, liberto y esclavo. Los ciudadanos poseían todos los privilegios sociales y políticos. El ejército era el modo más fácil de ascender en la escala social. Hasta el s. III d. C., con la oficialización del cristianismo, los libertos y esclavos eran dependientes. Los libertos quedaban ligados a su antiguo dueño que pasa a ser su patrono a quién le queda obligado. El incumplimiento de la cláusula exigida en la manumisión podía ser causa de culta a la esclavitud. Se pasaba a ser esclavo por los siguientes motivos: a) si nacías de una esclava; b) si caías en manos de piratas; c) si lo dictaminaban los tribunales; d) por la venta de hijos o la autoventa. Supone la total privación del derecho de libertad, eran considerados como posesiones por sus dueños, y estaban sometidos a la autoridad del pater familias.
  1. Economía:
La caza y la pesca, ricas y abundante en la península desempeñaban una importante función, pero el mercado más lucrativo era el garum, tipo de conserva de pescado que hoy se ha perdido. Son importantes las riquezas minerales en torno a Sierra Morena, Las Médulas, Orense y la Cordillera Cantábrica. Además se desarrolla profundamente el cultivo del olivo y la fabricación de aceite en la bética, los vinos catalanes y gaditanos, o el cereal de Lusitania o de la meseta, así como la ganadería rica y abundante en toda la península.
  1. La decadencia y caída del poder romano en Hispania:
Al igual que en todo el territorio occidental del Imperio romano, el acoso de los pueblos bárbaros se hizo cada vez más insostenible y desencadenó un proceso de crisis que sumado a otros factores acabó con la dominación romana. En primer lugar el sistema económico, de explotación agraria y minera, desarrollado a través de una mano de obra esclava desaparece con la difusión del cristianismo, en el 313 d. C., con el Edicto de Tolerancia de Milán, se permite el culto cristiano; en el 380 d. C. Teodosio declara al cristianismo religión oficial.
Por otro lado, los continuos ataques y penetraciones de los pueblos germánicos en el territorio del Imperio Romano hicieron que la actividad comercial se redujera, que el trabajo en las áreas urbanas mermase y mucha gente se marcha al campo a trabajar en las Villas de los señores ricos cambiando trabajo por protección. Al mermar la actividad comercial gran parte de la riqueza de la hacienda romana desaparece y el pago de las soldadas llega tarde y escaso. Además a partir del 375 d. C. los Hunos se asientan en territorio germano y estos son empujados hacia el sur. Con la idea de frenar tanto a los Hunos como a los germanos instalados en territorio romano, se emprenden dos acciones: a) por un lado se pacta con algunos pueblos, como los Visigodos para que echen a otros germanos del Imperio, en el caso visigodo a partir de 416 se dedican a expulsar a Suevos, Vándalos y Alanos, instalados desde el 409 d. C. a cambio de tierras en el sur de la Galia, en el 469 d. C. separan Hispania del territorio romano de occidente ante la pasividad de un gobierno que ya solo era de iure; b) por otro lado ante el acoso continuo de los germanos en occidente se divide el Imperio en dos a partir del 395 d. C., dos Emperadores con dos capitales, Roma y Bizancio, con lo cual se consigue salvar el Imperio de Oriente, pero acelera el proceso desintegrador en Occidente. Finalmente ante un gobierno sin apoyo funcionarial, financiero, ni militar y con una economía comercialmente desestructurada y ruralizada, prácticamente de subsistencia, en el año 476 d. C. el rey de los Érulos, Odoacro, depone al último Emperador Romano Rómulo Augústulo, saquea Roma y pone fin al Imperio Romano de Occidente, dando lugar a la división territorial y política de Europa Occidental en distintos reinos de origen germánico, Visigodos en Hispania, Francos en Francia, Lombardos y Ostrogodos en Italia, Anglos, Sajones y Jutos en Britania, Turingios, Sajones, Frisios y Francos en Alemania... La herencia de Roma se queda en Constantinopla, después Bizancio, que durante un tiempo tratará de recuperar la grandeza de la antigüedad pero a la que el acoso de nuevas civilizaciones e Imperios hace que se orientalice y desaparezca 1.000 años después.