I.- MATERIAS PRIMAS Y FUENTES DE ENERGÍA
Las materias primas minerales se extraen de la corteza terrestre. La continua explotación de los abundantes recursos mineros españoles, iniciada por los fenicios, griegos, cartagineses y romanos, ha provocado desde fines del s. XIX que la mayor parte de los filones se hayan agotado. En muchos casos los filones son de baja calidad, difícil extracción y poca rentabilidad.
Los minerales metálicos se utilizan en las industrias básicas, metalurgia y química, y en las industrias de transformación. Destacan los minerales de hierro (extraído de los yacimientos cantábricos del sistema Ibérico y del sistema Bético), plomo (Sierra Morena), piritas (Rio Tinto), cinc (Cantabria y País Vasco), cobre (Rio Tinto), mercurio (Almadén, Ciudad Real), wolframio y estaño (Extremadura, Salamanca y A Coruña).
Los minerales no metálicos se aprovechan en la construcción y en la industria química. Sobresalen el caolín, cuarzo, arcilla, sal gema, sal marina, sales potásicas, feldespato, magnesitas y fosfatos; están dispersos por todo el territorio.
Las rocas industriales, calizas, granito, pizarras, mármol y yeso, se emplean en la construcción.
Las fuentes de energía son los recursos naturales que se explotan para obtener energía empleada en aplicaciones preferentemente industriales. Según su proceso de formación pueden ser energías no renovables (se agotan al usarse para producir energía: carbón, nuclear, petróleo o gas natural) o energías renovables (también llamadas energías alternativas, son inagotables porque no desaparecen al producir energía: agua, sol, aire).
El carbón fue la fuente de energía básica desde la primera revolución industrial, hasta que en el siglo XX se sustituyó por el petróleo. La producción y el consumo industrial y doméstico han descendido por las dificultades de extracción (minas subterráneas y vetas no continuas). La producción se localiza en Asturias, León, Palencia, Ciudad Real y Córdoba. La entrada en la Unión Europea obligó a un plan reconversión por la liberalización de precios que puso en desventaja el sector minero del carbón español frente al europeo, más competitivo y con un mineral de mayor calidad.
En cantidades muy modestas se extrae petróleo en yacimientos próximos a Valladolid y Burgos, gas natural en el País Vasco (La Gaviota), en las marismas de Huelva y en el Pirineo Aragonés (Serrallo); por último uranio en Lleida. En todos estos casos la producción en muy limitada y deben importarse grandes cantidades para cubrir la demanda interna.
Las energías alternativas se potencian porque no son contaminantes y pueden contribuir al autoabastecimiento energético. Entre estas energías renovables destacan la energía hidráulica (el agua embalsada al caer mueve turbinas que transforman la fuerza mecánica en electricidad), la energía solar (utiliza el calor y la luz del sol, con aplicaciones en calefacciones domésticas, agua caliente, vapor y energía eléctrica), la energía eólica (a través de generadores transforma la fuerza del viento en energía mecánica o eléctrica), la energía de la biomasa (aprovecha los residuos orgánicos, agrícolas, ganaderos, forestales e industriales), la energía geotérmica (utiliza aguas subterráneas y rocas calientes para obtener vapor o agua caliente) y la energía maremotriz (se obtiene energía con la fuerza de las mareas).
La producción de electricidad, creciente desde 1960, se obtiene en centrales hidroeléctricas, térmicas y nucleares.
II.- SECTOR SECUNDARIO: LA INDUSTRIA
El sector secundario o industrial transforma las materias primas en productos semielaborados o elaborados utilizando una fuente de energía. La revolución industria, iniciada en Inglaterra a lo largo del s. XVIII, se desarrolló en el s. XIX en Francia, Alemania y Bélgica de modo que los cuatro países estaban plenamente industrializados a fines del s. XIX. Estados Unidos no impulsó la industrialización hasta la finalización de la Guerra de Secesión (1861-1865). El progreso de la industria española, más lento, ha pasado por distintas etapas históricas y diversa localización industrial.
III.- EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN EN ESPAÑA
1.- Inicio de la industrialización: siglo XIX
España se incorporó al proceso industrial con mayor lentitud que algunos países europeos occidentales por la dificultad de implantación del sistema liberal, tanto político como económico. Aunque había materias primas (algodón, hierro y carbón), fábricas textiles en Cataluña, industrias siderúrgicas en el País Vasco, la construcción del ferrocarril tuvo un desarrollo industrial importante y se incrementó considerablemente el sector financiero, estos condicionantes económicos solo se desarrollaron en pequeñas zonas del país, lo que contribuyó a que no se crease un amplio mercado interior, condicionado por el poco poder adquisitivo de campesinos y obreros con un nivel de vida que sólo les permitía sobrevivir. La burguesía invirtió poco en las industrias y aun menos en la modernización del campo probablemente por la poca estabilidad política, manifiesta en la Guerra de Independencia (1808-1814), la pérdida de las colonias americanas, las tres guerras carlistas (1833-1839; 1846-1849; 1872-1876), los continuos pronunciamientos y golpes militares que cambian de gobiernos que deshacían lo realizado por los gobiernos anteriores y ordenaban cambios que no favorecían un clima apropiado para invertir.
A pesar de estos problemas la situación económica mejorará con la estabilidad política conseguida durante la Restauración Borbónica (1875-1902).El proteccionismo económico va a favorecer la consolidación de un incipiente mercado interior aunque con la tecnología atrasada, la inversión de capital nacional y extranjero, el predominio de la población rural sobre la urbana. Los focos industriales se localizan en Andalucía, aprovechando los yacimientos minerales, especialmente importantes fueron los altos hornos de Málaga, que terminaron cerrando por la falta de combustible y por la competencia de otras zonas más activas como los altos hornos de Vizcaya donde la concentrada industria siderúrgica se incrementó a partir de 1880. Otros focos económicos fueron Barcelona y Madrid. Barcelona con la poderosa industria textil del algodón y la lana que permitió el desarrollo de industrias químicas y metalúrgicas; Madrid se consolidó como centro financiero y administrativo, con industrias de bienes de consumo por el aumento de la población.
2.- Crecimiento industrial en el primer tercio del siglo XX
El progreso industrial se debe al incremento de la población en ciudades de la región cantábrica (Asturias, País Vasco), Cataluña y Madrid que potencian el consumo y favorecen inversiones económicas de la burguesía; ésta dispone del capital repatriado de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, perdidas en 1898.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los países contendientes mantenían una industria de guerra y España, neutral, conseguía beneficios con las exportaciones a países europeos y la entrada de capitales. Como los beneficios no se invirtieron en modernización de la maquinaria, la tecnología española era obsoleta al finalizar la guerra; los países europeos dejaron de comprar mercancías iniciándose una crisis económica.
En los años veinte la instalación de compañías multinacionales (Nestlé, Standard Eléctrica) y, sobre todo, la recuperación y prosperidad económica durante la dictadura de Primo de Rivera con la política de obras públicas, el proteccionismo industrial y la electrificación de ferrocarriles e industrias, mejoró el nivel de vida y favoreció el desarrollo de numerosos sectores, situados preferentemente en la periferia. Sobresalen la siderurgia en la franja cantábrica, la instalación de altos hornos en Valencia, industrias químicas, material eléctrico, cemento, transformación mecánica e industrias de bienes de consumo. Mientras decae e foco industrial andaluz se consolidan Cataluña, Madrid, Asturias, Valencia y País Vasco.
3.- Estancamiento durante la guerra civil y la posguerra (1936-1959)
La Guerra Civil (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) frenaron drásticamente el proceso industrial. Durante el periodo de posguerra y aislamiento internacional (1939-1951) España vivía en la penuria, con una economía autárquica y de intervencionismo estatal, sin materias primas imprescindibles como petróleo o caucho, sin producción ni comercio. Entre las medidas adoptadas destacan la mejora de las explotaciones agrarias organizada por el Instituto Nacional de Colonización, la regulación de la producción de cereales con la fundación del Servicio Nacional del Trigo y el apoyo a la industria con la creación, en 1941, del Instituto Nacional de Industria (INI). La Guerra Fría entre la URSS y Estados Unidos afianzará al régimen franquista iniciándose el fin del aislamiento dándose el fin del aislamiento el bloqueo económico.
Los acontecimientos que marcaron el cambio de actitud internacional, atenuando el aislamiento, fueron la normalización de las relaciones diplomáticas entre España y las potencias occidentales, la aproximación de los Estados Unidos, la anulación por parte de la ONU de las sanciones contra España en 1950 y la admisión de la FAO (1951).
El pleno reconocimiento internacional del régimen y el apoyo a su permanencia se consolidan en 1953 con la firma del Concordato con la Santa Sede y los Acuerdos Hispano-norteamericano sobre los créditos de la banca privada norteamericana, y el Pacto de Madrid con las tres vertientes de ayuda económica, ayuda para la defensa mutua y suministro de material bélico. España fue admitida en 1953 en la UNESCO y en 1955 en la ONU. La situación económica cambió comenzando un periodo de expansión industrial acelerada que provocó una inflación (1954-1956), manifiesta en el agotamiento de las divisas y en el alza de precios y salarios. Fue la época de las migraciones del campo a la ciudad, la política de regadíos con la construcción de pantanos, el auge de la industria de la construcción y, debido a la crisis económica, la aparición de agitaciones sociales en 1956. En 1957 tecnócratas y economistas establecieron medidas de ajuste, entre otras, congelación de salarios, preestabilización de precios y liberalización comercial conducentes al Plan de Estabilización de 1959. El ingreso en el Fondo Monetario Internacional FMI (1958) fue una acertada decisión en el marco de la política económica que tendía a la liberalización. Las empresas, impulsadas por el INI, fueron la siderurgia, la construcción naval, las refinerías y las petroquímicas. En los años cincuenta surgen numerosas empresas privadas que superan la producción de las públicas.
4.- Desarrollo económico (1959-1975)
El Plan de estabilización de 1959 se caracterizó por una serie de medidas que hicieron posible la competitividad de la economía española alineada en el sistema monetario europeo, compatibilizando la estabilidad de precios, el desarrollo económico y el equilibrio de la balanza de pagos. La mejora técnica, los bienes de equipo, la inversión de capital extranjero, las remesas de los emigrantes, las divisas dejadas por los turistas y la intensificación en el proceso industrializador integraron la economía española en el capitalismo mundial colocándola, desde 1960, en el puesto de décima potencia industrial.
La mayor actividad industrial se centraba en la siderurgia, el cemento y los materiales de construcción, la electricidad, los astilleros, los automóviles y los electrodomésticos. La renta por habitante o per cápita alcanzó cotas sin precedentes, próximas a las de los países más avanzados, aunque aun había mucha desigualdad social. A partir de 1962 se impulsaron los planes de desarrollo. Los planes pretendían favorecer las concentraciones de la producción creando polos de desarrollo en las regiones menos industrializadas, potenciando la reestructuración de la minería del carbón, la producción de la energía eléctrica, la modernización de la siderurgia y del sector textil y, en consecuencia, aumentando la población activa en el sector secundario. El I Plan de Desarrollo (1964-1967) creó polos de promoción en Burgos y Huelva y polos de desarrollo industrial en La Coruña, Vigo, Zaragoza, Valladolid y Sevilla. El II Plan de Desarrollo (1968-1971) impulsó los valles del Ebro y Guadalquivir, descongestionó Madrid sobre la base del crecimiento del corredor del Henares y creó nuevos polos de desarrollo en Oviedo, Córdoba y Granada. El III Plan de Desarrollo (1972-1975) definió las zonas de preferente instalación industrial.
5.- Crisis y reestructuración industrial (1975-1985)
La crisis económica mundial, iniciada con el aumento del precio del petróleo en 1973, que perjudicó tanto a España como al resto de países europeos, encareció la energía e incrementó los costes de producción, afectando negativamente a una industria dependiente en exceso de la energía y poco modernizada tecnológicamente que aceleró el cierre de numerosas empresas y el paro.
La tercera revolución industrial, con las nuevas tecnologías de la informática y las telecomunicaciones, dejó desfasados los sistemas de producción precedentes cambiando la demanda hacia la innovación y la diversificación de productos, basados en la calidad y el diseño. Numerosos países del sudeste asiático se han especializado en las industrias tradicionales y en las de alta tecnología poniendo difícil la competencia a los países occidentales por los exiguos salarios y el precio de venta bajo.
Con la Ley de Reconversión y Reindustrialización de 1984 se ha procedido a la reconversión de la industria y de os espacios industriales adaptando las empresas a las nuevas tecnologías. En el proceso de reindustrialización han desempeñado un papel fundamental las comunidades autónomas y la inversión de capital extranjero delimitándolo a seis zonas: Madrid, Cataluña, Galicia, la cuenca del Nervión y Cádiz.
6.- La industria desde 1985
Aunque el sector terciario es la principal fuente de ingresos, la recuperación de la industria, siguiendo las pautas de la Unión Europea (desde el ingreso de España en 1986), se ha basado en la innovación tecnológica de la informática (rapidez de comunicación y precisión en el trabajo) y en las telecomunicaciones (difusión de la información en tiempo real), que ha favorecido la creación de parques tecnológicos, la investigación y desarrollo, la subcontratación, los equipamientos, los servicios, el aumento de PYMEs y la automatización y flexibilización de la producción. La política industrial favorece e incentiva determinadas localizaciones industriales y regulan el impacto medioambiental.
Existen diferentes sectores industriales: los sectores adaptados a la reconversión, los sectores dinámicos y los sectores de alta tecnología.
Los sectores industriales adaptados a la reconversión, afectados por el descenso de la demanda, de la producción y de las subvenciones, son la industria siderúrgica (Asturias, País Vasco, Cantabria y Cataluña); la fabricación de maquinaria industrial (Barcelona, País Vasco y Madrid); la construcción naval (Galicia, Cádiz, Cantabria y País Vasco); y la industria textil, del cuero y del Calzado (Comunidad Valenciana y Cataluña), que ha mejorado la maquinaria, el diseño y la moda.
Los sectores industriales dinámicos se han adaptado a los nuevos tiempos de fuerte competencia internacional: son sectores con importante dependencia de capital extranjero y alta demanda asegurada. Sobresalen la industria automovilística, la industria química, ya sea la petroquímica o de refinería (Puertollano, Cartagena, Algeciras y Huelva) o química de transformación con empresas de fertilizantes, fibras sintéticas, pinturas, barnices, material fotográfico, productos de farmacia y papel (País Vasco, Cataluña y Madrid), la industria agroalimentaria y el sector de la construcción, que si bien conoció un auge espectacular desde finales del siglo XX hasta 2008, hoy es un sector en claro declive y sufre una grave crisis financiera y estructural.
Los sectores industriales de alta tecnología en electrónica, telecomunicaciones y biotecnología dependen del exterior en investigación, tecnología y patentes. Aunque las empresas están muy atomizadas, diversifican sus productos y servicios.
Los problemas de la industria española en la actualidad son un tejido industrial en claro declive, por la falta de investigación y los recortes financieros; la excesiva concentración de PYMEs, estranguladas fiscalmente, menos competitivas y de mediana calidad con respecto al mercado internacional; la necesidad de comprar patentes al exterior; la escasa inversión en desarrollo tecnológico; y los fuertes desequilibrios regionales, agudizados por los intentos industrializadores de zonas ultra periféricas que con la crisis se han estrangulado y en muchos casos desarticulado. El principal objetivo de la Unión Europea es conseguir mejor calidad y competitividad en la producción industrial, cada vez más a costa del sacrificio del Estado del Bienestar.
Los problemas más graves del impacto medioambiental son el uso abusivo de recursos, materias primas y fuentes de energía no renovables, la degradación del paisaje, la contaminación del aire que en ciudades como Madrid sobrepasa los límites establecidos por Unión Europea, la contaminación de las aguas por la falta de inversiones en reciclado y reutilización de aguas no potables y la eliminación de los residuos tóxicos. Se han realizado esfuerzos para frenar estos problemas entre los que destacan una sostenibilidad (respeto al medio ambiente y uso racional) de los recursos naturales, el control de vertidos, a pesar de tristes episodios como los de Aznalcóllar, la depuración de aguas, y el almacenamiento seguro de residuos tóxicos.