Entre
los años 1919-1929 la economía mundial padecía de cierta inestabilidad, que se
hacía patente en el desorden monetario y los movimientos incontrolados de
capitales. Además la economía mundial sufría una excesiva dependencia de la
economía norteamericana.
Los
años veinte son conocidos como los de la prosperidad, “happy twenty”,
crecimiento de la producción y del consumo, pero sustentado en un crecimiento
económico muy desequilibrado.
El
crack comienza el jueves 25 de octubre de 1929 en la bolsa de Nueva York,
después se extiende por todos los Estados Unidos y desde allí se exporta al
resto de las economías mundiales. La producción y los precios se hundieron, las
nociones económicas tradicionales resultaron ineficaces para salir de la crisis
y poco a poco se abandonan las tesis ultraliberales y el Estado irá
intercediendo cada vez más en la vida económica del cada país, aunque bien es
cierto que con diferentes soluciones y alternativas.
La
crisis favorece la llegada al poder de regímenes autoritarios que agravaron
notablemente el clima de distensión internacional logrado durante la década
anterior.
I.- La
economía mundial de 1919 a 1929
Crisis
de inadaptación: 1923-1921:
La
crisis de postguerra estaba prevista pero se manifestó con retraso. Había que
reintegrar a la vida civil a millones de soldados y reconvertir la economía de
guerra. En Estados Unidos la acumulación de capitales generó una gran demanda
de bienes de consumo, por tanto es éste país si se produjo la reconversión
industrial. Pero Europa estaba destruida y la masa social empobrecida. La
reconstrucción de Europa y la inversión de capitales norteamericanos, facilitó
la superación de la crisis de postguerra, pero pronto las economías mostraron
signos de ahogo. El mercado interior non podía absorber toda la
producción, se redujeron las
importaciones, suben los precios más que los salarios, se encarece el dinero
para comprimir la inflación, se reduce el poder adquisitivo. Esta situación de
crisis se da en Estados Unidos y Japón entre el verano de 1920 y el otoño de
1921. La reactivación de la economía mundial permite superar esta minicrisis.
Los
desórdenes monetarios:
Antes
de 1914 la estabilidad de las monedas y su convertibilidad eran los dogmas
sagrados de la economía. La guerra convulsionó los sistemas monetarios, la inflación erosionaba las monedas. La
balanza comercial de los países beligerantes quedó desequilibrada… Para
financiar la guerra y asegurar la reconstrucción se vieron obligados a importar
más bienes de los que podían exportar. Los especuladores avispados compraban
dólares o francos suizos precipitando la caída de las monedas más débiles. El
oro de los bancos centrales solo cubría una parte reducida del papel moneda en
circulación. Durante la guerra se congeló la paridad libra=franco=dólar a
niveles de 1914. Desde 1919 las monedas retomaron su valor real y el
hundimiento con respecto al oro y al dólar fue general. En 1922 se celebre la
Conferencia de Ginebra, sin Estados Unidos ni la Unión Soviética, donde se
intentó restablecer la paridad oro, pero las reservas europeas eran escasas y
se tuvo que aceptar una solución intermedia. Los bancos centrales podían
respaldar sus monedas con oro y con divisas convertibles en oro, Lo cual supone
una amenaza inflacionista.
Los
límites de la prosperidad:
Superada
la crisis de 1921, los años ’20 representan un periodo de prosperidad. Se
desarrollan industrias nuevas, el petróleo, la química, farmacéutica y la
electricidad. Aparece un nuevo sector textil de telas sintéticas, nailon, rayón…
El aluminio extraído de la bauxita se convierte en el nuevo elemento para el
desarrollo siderúrgico, el material eléctrico, el cobre, se convierte en una
pieza clave para el control de los recursos, el caucho, para neumáticos, aceros
especiales, eran los símbolos del nuevo desarrollo y del crecimiento económico
moderno, y de entre ellos el máximo exponente, el automóvil.
La
prosperidad fue el resultado creciente del consumo y la producción. El
crecimiento de la producción se debió en gran parte a la nueva organización del
trabajo. El Taylorismo, que se fundamenta en la parcelación del trabajo
dividido y repartido en gestos simples, rápidos y cronometrados que permitieron
el aumento de la productividad. El trabajo en cadena se generalizó en las
grandes fábricas y permitió la fabricación en serie. Los métodos de
organización científica del trabajo se deben a F. W. Taylor (1856-1915) y
significaban la racionalización y cronometraje de los movimientos de los
operarios y materiales, el ahorro de tiempo y la intensificación de la atención
del trabajador. También influyó en el aumento de la producción, la tendencia a
la concentración industrial que abarataba los costes y permitían obtener
beneficios más altos.
El
consumo creció gracias al aumento de los salarios reales que a su vez vieron
favorecidos por las ganancias obtenidas con la mejora de la productividad,
deliberadamente practicado por patronos deseosos de ampliar el mercado y el
consumo. Se estimuló el consumo mediante la venta a plazos, en Estados Unidos
el 60% de las ventas de automóviles se financiaba con créditos. El espíritu del
disfrute sustituía al del ahorro. La publicidad desempeñó un papel importante
en el aumento del consumo de masas. Los bajos precios agrícolas permitieron
trasladar parte del poder adquisitivo que antes se destinaba a la alimentación
a productos industriales y servicios.
Existía
una crisis en la industria de lana, algodón, en el carbón y en la agricultura.
La producción agraria aumentó y se mecaniza la producción, se hace excedentaria
y los precios permanecieron bajos, la crisis afectó especialmente a las
regiones de monocultivo, trigo de Canadá y medio Oeste americano, café de
Brasil… A pesar de estos puntos negros predominaba el optimismo. La extraordinaria
prosperidad de 1922 parecía poner en cuestión el tradicional esquema de
periodicidad de crisis económicas.
I.- La
crisis de 1929 en Estados Unidos
Los
signos precursores: superproducción y especulación:
En el
momento álgido de la prosperidad económica americana, se manifestaron los
primeros signos de superproducción industrial. Desde 1925 las buenas cosechas
agrarias frustran las aspiraciones de los campesinos que asisten impotentes a
la bajada de los precios agrícolas, lo cual supone la ruina de un gran número
de campesinos.
En la
ciudad el mercado también daba síntomas de agotamiento. La mayor parte de los
salarios eran insuficientes para mantener el elevado nivel de consumo de
campesinos y obreros. La especulación bursátil alcanza su cumbre en 1929. Los
brockers negociaban las acciones a crédito sin exigir más que el 10% del valor
al contado. La Bolsa había subido de forma continua por el doble aliciente del
volmen de negocios y los beneficios de las empresas. Entre 1925-1929 los
valores de bolsa subieron el doble que el de la producción industrial. El alza
de los valores era artificial, motivada por la especulación y no por los
beneficios empresariales, alentadas las masas al juego de la bolsa por el
señuelo de un rápido enriquecimiento.
La
crisis financiera de Wall Street:
La
crisis comenzó en Estados Unidos con un pánico bursátil. A mediados de octubre
de 1929 algunos índices inquietaban a los medios profesionales en Wall Street,
como la caída de los beneficios empresariales en sectores considerados puntales
de la economía, como el automovilístico. En verano de 1929 Wall Street conoce
una subida de 110 puntos. El 3 de septiembre el mercado alcista de los años
veinte llega a su fin y se estabiliza la bolsa. El día 4 el tono del mercado
todavía era bueno, pero al día siguiente las pérdidas empezaban a ser patentes.
El final había llegado, pero todavía no era visible.
El
jueves 24 de octubre fue el primer día de pánico. Se transfirieron 12.894.650
participaciones, muchas de ellas a precios que destrozaron los sueños y
esperanzas de quienes las habían poseído. A las 11:00 A.M. el mercado había
degenerado en un desenfrenado y disparatado tumulto de vendedores. A las 11:30
A. M. El mercado se había rendido a un ciego e inexorable terror.
La
opinión pública no creía que la crisis fuera a durar. El Presidente
norteamericano E.J.Hoover se empeñaba en mantener la confianza afirmando que no
se trataba más que de una modesta recesión. A comienzos de 1930 la ligera recuperación de los negocios fue aprovechado por la Banca Morgan para desembarazarse
de las acciones que había comprado en octubre. Se difunde nuevamente el pánico
que arruinó a centenares de miles de accionistas. El hundimiento de los índices
continuó hasta 1932 alcanzando a todos los valores en bolsa. En 1930 la crisis
afectó al conjunto de la economía de los Estados Unidos. Su Presidente confiaba
en que el tiempo arreglara el problema convencido que una vez que se agotaran
los stocks y la liquidación de empresas peor preparadas se produciría la
recuperación,
La
propagación de la crisis financiera:
Los
hombres de negocio americano tenían la necesidad de dinero líquido para asegurar
sus pagros y repatriaron del extranjero los capitales invertidos a corto plazo.
Esta
repatriación de capitales conllevó la quiebra de bancos alemanes y austríacos
que dependían en gran medida de esta inversión extranjera. Las ruinas más
importantes para las economías de ambos países supusieron la del banco austriaco
Kreditstalt y del alemán Danat Bank. La solución planteada era una unión
aduanera germano-austriaca que provocó las iras de Francia e Inglaterra y
finalmente no se llevó a cabo.
Gran Bretaña
une a la crisis de postguerra y a su balanza de pagos deficitaria la
imposibilidad de repatriar sus capitales invertidos en Alemania por la
retención de capitales que se vio obligado a aplicar el gobierno alemán. Así,
la economía británica se vio seriamente amenazada. El gobierno británico
abandonó en septiembre de 1931 el patrón oro y devaluó su moneda lo que
trasladó la crisis a Portugal, algunos países de Escandinavia, Egipto y varios
países latinoamericanos. Estados Unidos devaluó su moneda en 1934 y Francia en
1936. Estos movimientos monetarios desorganizaron los pagos internacionales y
agravaron las dificultades del comercio mundial. La crisis alcanzó al mundo
entero con excepción de la URSS, ajena al sistema capitalista.
La Gran
Depresión. Una catástrofe a escala mundial:
La
catástrofe económica tuvo su manifestación más clara en la contracción rápida y
violenta de la producción industrial en todos los países. En julio de 1932el
volumen de la producción mundial era un 38% inferior a la de junio de 1929.
Esto vino acompañado de una bajada de precios al por mayor que entre 1929-1930
se puede calcular en 30% para los productos manufacturados y un 50% para las materias
primas.
La agricultura
de mercado que producía excedentes vio languidecer sus beneficios, y la crisis
agravó la situación reduciendo los precios, en Estados Unidos y Canadá, un 66%
comparados con las bajas cifras que se manejaban ya antes de la crisis. La
superabundancia de productos no se conseguía absorber ni siquiera con la
destrucción de parte de las cosechas y ñas reservas de capital del Estado. La
falta de mercados afectó a todas las formas de agricultura, tanto la de mercado
como la de subsistencia.
Los
intercambios internacionales cayeron a partir de 1930 y llegó a su punto más
bajo en 1932, tanto en cantidad como en valor.
Los
remedios más comunes fueron el proteccionismo y las devaluaciones monetarias.
Soluciones que no consiguieron mejorar, sino agravar más la situación.Los
intercambios de materias primas se empezaron a recuperar en 1939, pero los de
productos agrarios y manufacturados no se habían recuperado todavía en vísperas
de la segunda gran contienda mundial.
Las
consecuencias de la crisis:
A la
euforia de los años veinte siguió la angustia de los treinta. La crisis trajo
una inmensa miseria a un mundo repleto de bienes materiales y puso en entredicho
los fundamentos de la economía liberal, además de generar un sentimiento de
inseguridad ante el futuro.
Las consecuencias
sociales fueron muy profundas en Estados Unidos, Canadá y Europa occidental.
El paro creció imparablemente hasta que la depresión tocó fondo. Fue un fenómeno
generalizado en el mundo entero, evaluado en 1929 en diez millones, la cifra
supera los treinta en 1932.
Los
antagonismos sociales se fueron enconando, en Alemania aumentó el malestar de
las clases medias que solo podían ir sobreviviendo. Una sorda hostilidad
enfrentaba a los obreros parados y empleados, a los habitantes de la ciudad y a
los del campo, a los nacionales con los extranjeros.
Los
remedios clásicos favorecieron la tensión internacional. Se tratan de limar las
diferencias en la Conferencia Económica Mundial de Londres de 1933, que
fracasó.
John
Maynard Keynes autor de la “Teoría
general del empleo, el interés y el dinero”, de 1936, fue el principal
teórico que planteó soluciones alternativas a las clásicas. Sus fundamentos
fueron un mayor intervencionismo del Estado, que debía invertir en Obras
Públicas y realizar una ayuda colectiva a las empresas más dinámicas. Para
Keynes el Estado debía convertirse en árbitro de la economía, todo esto sin
abandonar los principios de propiedad privada,libre mercado y contrario a una
economía planificada como la estalinista. Sostenía que el paro no podía ser
absorbido más que por un aumento notable de la demanda de bienes de consumo, y
se llegaría a este incremento mediante una política de inversiones masivas, de
un aumento de la masa de dinero en circulación además de la acción estatal
antes citada.
Gran
Bretaña, Francia y Estados Unidos tenían en 1929 el 80% de las reservas de oro
y les hizo afrontar la crisis con una posición ventajosa.Los dos primeros
países se refugiaron en sus colonias para superar la crisis. Estados Unidos con
el cambio de Presidente, Franklin D. Roosevelt, cambió su política económica.
La nueva política llamada New Deal, se parece a las tesis keynesianas,
inversión estatal para reactivar la economía, la intervención del Estado como
árbitro de la economía, ayudas a empresas y a los parados para reactivar el
consumo.
En
Alemania, Italia o Japón, desprovistos de oro y divisas, paralizados por la
restricción de créditos extranjeros optaron por la autarquía. La insuficiencia
de recursos naturales les llevó a reivindicar su derecho a acceder a las
materias primas y a los mercados, que sirvieron de argumento a las dictaduras
para emprender políticas de militarización de la sociedad, la expansión
territorial que llevó al mundo a un nuevo conflicto. La crisis fue un factor
determinante para la marcha hacia una nueva conflagración mundial.