viernes, 27 de septiembre de 2013

LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN


Características del Antiguo Régimen
Se denomina Antiguo Régimen a la estructura social, política, económica, cultural y mental que rige en Europa hasta finales del siglo XVIII, concretamente hasta 1789, año de la Revolución Francesa.
Se caracteriza por un sistema político basado en el Absolutismo, que deriva en el Despotismo Ilustrado. El absolutismo es la forma de gobierno personalista de un Rey que accede al trono de forma hereditaria y que gobierna sin cortapisas ni obstáculos. “El Estado soy Yo” llegaría a afirmar Luis XIV, paradigma del modelo absolutista. La característica principal de este modelo es el origen divino de la monarquía, pues los defensores del modelo político alegaban que los monarcas habían sido elegidos por Dios para dirigir los destinos del país. Se dejan de lado las Cortes y la nobleza sirve para nutrir la administración del Estado y el Ejército, con el apoyo y beneplácito de una élite religiosa muy alejada de las necesidades de la población. La influencia de la Ilustración derivo en un nuevo modelo político, el Despotismo Ilustrado que se puede resumir en un lema “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. En España Carlos III llegó a ser el principal representante de este modelo. El Monarca Ilustrado trata de conceder obras públicas y oportunidades a un pueblo con el que no cuenta para gobernar en absoluto. Se trata de un paternalismo de Estado que va a tratar al súbdito como un menor de edad.
La excepción al modelo absolutista viene de las Islas Británicas, donde la revolución de 1688, consigue imponer un modelo de monarquía parlamentaria donde el Rey comparte soberanía con el Parlamento.
La estructura social proviene de la herencia medieval. Se trata de una estructura piramidal donde se distinguen principalmente dos grupos: a) privilegiados, formados por Rey, Nobleza, tanto alta nobleza como baja nobleza y el alto clero; b) No privilegiados, formados por bajo clero, campesinos, artesanos, comerciantes y burguesía comercial. La diferencia estriba en que los no privilegiados tienen que pagar impuestos y su acceso a puestos de responsabilidad en la administración y el ejército está limitado. Los privilegiados copaban estos puestos y tenían una posición de preeminencia sobre el resto, independientemente de la riqueza que posean. Se accedía a uno u otro grupo por nacimiento y la movilidad era muy reducida o casi inexistente. Otro elemento diferenciador es que la nobleza contaba con su propio voto, la Iglesia con el suyo y la amalgama de intereses y masas sociales que componen la mayoría de la población, el Tercer Estado o Pueblo Llano disponía de un solo voto en representación parlamentaria.
El modelo económico propio y heredado de la edad feudal es el agrario. Se trata de una agricultura y ganadería de subsistencia con escasos excedentes donde la propiedad de la tierra está controlada por unos pocos propietarios, nobleza e Iglesia, quienes tienen una parte de su feudo o territorio bajo cultivo y aprovechamiento propio, aunque cultivados por siervos, la reserva; y otra parte que se cede a agricultores en régimen de aparcería (a cambio de parte de la cosecha) o en alquiler (a cambio de dinero). La vinculación riqueza-tierra todavía está vigente durante el siglo XVIII y serán las teorías de Quesnay y la fisiocracia la que sustente este modelo.
Por el contrario, en Inglaterra y Países Bajos se impone un mercantilismo procedente de su potencial comercial durante el siglo XVII. Será Inglaterra la que se imponga como gran potencia comercial en el mundo y la que desarrolle el modelo mercantilista. Ello les facilitará una apuesta por el parlamentarismo, debido a la fuerza de su burguesía comercial, la acumulación de riquezas gracias sobre todo a los monopolios comerciales y el comercio de esclavos. Liberados de los tabúes religiosos apuestan por el desarrollo científico y técnico. Esta suma de condiciones coloca a Inglaterra en posición para originar y crear la revolución industrial.
La Ilustración
El siglo XVIII dará a luz una de las corrientes intelectuales, culturales y filosóficas más importantes de la historia. Sus ideas y proyectos se irán plasmando en la vida cotidiana durantes los siglos XIX y XX y provocarán reacciones contrarias incluso en el mismo siglo XXI. Apuestan por una sociedad alfabetizada y culta, defienden el derecho a la educación (hoy, tres siglos después todavía se cuestiona y se ataca este derecho por analfabetos funcionales), el desarrollo científico y técnico, la difusión de la cultura (cuyo ejemplo más importante es la publicación de la Enciclopedia de Diderot y D’Alambert). Es en este periodo cuando se mira Europa en el espejo británico y, sobre todo, intelectuales franceses difunden la separación de poderes (Montesquieu), la libertad ideológica y la tolerancia religiosa (Voltaire) o la soberanía nacional (Rousseau). El paternalismo del Despotismo Ilustrado choca frotnalmente con las aspiraciones reales de la sociedad del momento, ansiosos por cumplir su deseo de libertad, igualdad y justicia que se les había negado durante cientos de generaciones.